Control de calidad en medicina. Posición de la Academia Chilena de Medicina
Control de calidad en medicina. Posición de la AcademiaChilena de Medicina
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La educación médica y la atención de enfermos son tareas extremadamente delicadas, debido a su alta complejidad, elevado costo y exigencia de un personal profesional y auxiliar poseedor de un alto nivel de capacitación. Quienes recurren a estas instituciones, estudiantes en el caso de las Escuelas de Medicina y pacientes en el de los centros asistenciales, habitualmente carecen de los conocimientos y de la información necesarias para evaluar la calidad de los servicios que ellas ofrecen. Generalmente, parecen tomar decisiones guiados por opiniones parciales, y en ocasiones sesgadas, recogidas en un medio social circunscrito, más que por una información completa y objetiva.
Supervisar la calidad de los médicos que egresan de las Escuelas de Medicina, sea del pregrado o de los programas de especialización médica, y la de los centros asistenciales, públicos o privados, va mucho más allá de una mera defensa del consumidor. Estando en juego la vida o la salud de las personas, es un imperativo ético garantizar un nivel de calidad adecuado de la formación profesional y las prestaciones médicas.
Hasta hace pocos años, las Escuelas de Medicina de Chile eran pocas y tenían la solidez académica alcanzada después de muchas décadas de experiencia y luego de superar procesos de supervisión muy rigurosos y prolongados. La opinión pública tenía confianza en la solidez de las instituciones y la idoneidad de sus profesores, que gozaban de las más altas calificaciones y prestigio.
La Academia de Medicina, percibe que hoy día la realidad es otra. En los últimos 15 años se ha más que duplicado el número de Escuelas de Medicina en el país, superando, al parecer de los expertos, la capacidad nacional en cuanto a profesores y campos clínicos calificados para la formación de estudiantes y especialistas. Es sabido que, en algunas de ellas, los profesores entran a las aulas para instruir en temas específicos, sin participar realmente en el proceso de educación de los estudiantes. Otras, tienen carencias serias en la enseñanza de las ciencias básicas de la medicina o en sus campos clínicos y hay escuelas que desarrollan programas de formación de especialistas sin contar con los docentes ni con el equipamiento tecnológico necesarios.
Por otra parte, la atención de los pacientes también ha cambiado en el país. Se ha desarrollado una medicina institucional privada, con algunos rasgos que suscitan críticas, y el sistema público de salud muestra carencias de diverso orden en sus establecimientos, en ocasiones alarmantes, con reclamos de parte de los usuarios y, no pocas veces, de los propios profesionales.
En Chile, la evaluación de calidad y su acreditación, tanto de la enseñanza médica como de la atención de enfermos ha tenido, en general, un desarrollo inicial e insuficiente. Constituyen una excepción, la Certificación de Especialistas y de los Centros Formadores de Especialistas. En efecto, desde hace 17 años, existe en el país la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas (CONACEM), que es un organismo autónomo, de derecho privado, que ha cumplido un trabajo minucioso y serio, extendiendo hasta hoy más de 7.000 certificados en 44 especialidades de la medicina. Por su parte, la Comisión Nacional de Acreditación de Centros Formadores de Especialistas, dependiente de la Asociación Chilena de Facultades de Medicina (ASOFAMECH), que reúne a las seis Facultades de Medicina del Consejo de Rectores, ha desarrollado su importante tarea desde hace varias décadas, aunque la falta de recursos económicos compromete seriamente su labor. El país ha conocido recientemente, con preocupación, el interés de algunos grupos gremiales y sectores parlamentarios de asumir la certificación de especialistas, mediante un sistema muy cercano a una auto calificación y, por cierto, eludiendo el rigor de la evaluación a cargo de CONACEM, habiéndose propuesto un proyecto de ley que mereció el rechazo unánime de las instituciones médicas.
Por otra parte, la Comisión Nacional de Acreditación de Pregrado (CNAP), derivada del Consejo Superior del Ministerio de Educación, junto a ASOFAMECH, ha puesto en marcha un sistema voluntario de acreditación de Escuelas de Medicina, habiéndose hasta ahora acreditado, luego de sendos procesos de autoevaluación, a tres escuelas. Las otras tres que participan en ASOFAMECH están en una etapa avanzada de su proceso interno de autoevaluación. La acreditación de Escuelas de Medicina constituye un avance importante para el país, pero a nadie escapa que no son, primariamente, las escuelas más antiguas las más necesitadas de un control de calidad.
Contrastando con todo lo anterior, en el mundo más desarrollado se llevan a cabo rigurosos procedimientos de control de calidad de los especialistas, de la enseñanza médica y de los servicios asistenciales. Todas las Escuelas de Medicina son sometidas a acreditación, al igual que los especialistas y los hospitales, cualquiera sea su nivel de complejidad. En la mayoría de los países desarrollados, la certificación de especialistas está sujeta a la aprobación de un examen común para todos los postulantes, independientemente del lugar donde han recibido su entrenamiento. La experiencia internacional muestra que la acreditación permite mejorar deficiencias a veces insospechadas de las instituciones evaluadas. Estos procesos de acreditación son llevados a cabo por entes acreditadores que gozan del respeto, no sólo de la comunidad médica, sino que también del público en general y de las empresas aseguradoras en salud. Estos organismos son externos a las instituciones evaluadas, están integrados por expertos en medir la calidad de la docencia o asistencia, según sea el caso, y absolutamente autónomos en su tarea. Actúan, conforme a criterios o estándares previamente establecidos, que son conocidos por las personas e instituciones a evaluar y sus certificaciones son de conocimiento público. Demás está señalar que juegan un decisivo papel en mejorar la calidad de la enseñanza y de la asistencia médicas, al obligar a las instituciones o a las personas a cumplir los requisitos mínimos exigidos, o a alcanzarlos en plazos determinados.
Las consideraciones expuestas, son las que han movido a la Academia Chilena de Medicina a hacer pública su preocupación por el control de calidad en medicina y salud, que en nuestro país es pausado y parcial. La Academia, estima que la fe pública en educación médica y salud, merece no sólo ser atendida sino que reforzada.
En razón de ello, respalda fuertemente los procesos de acreditación por pares externos que se están desarrollando en algunas Escuelas de Medicina y cree indispensable extenderlos a todas. Del mismo modo, estima indispensable que sean acreditados los hospitales, clínicas y otros establecimientos de salud, recintos donde se atiende a las personas enfermas y son los campos de formación clínica de los estudiantes de medicina. Es el parecer de la Academia, que la acreditación debe realizarse resguardando la idoneidad y autonomía de los entes acreditadores.
Igualmente, la Academia piensa que debe sistematizarse y perfeccionarse la información a los usuarios en el ámbito de la educación médica y salud y difundirla ampliamente, con el fin de que estén en condiciones de ejercer su derecho a elegir con el debido conocimiento de personas e instituciones y sus capacidades.
A juicio de la Academia Chilena de Medicina, la acreditación no debe ser vista como una amenaza a instituciones o personas, sino como un mecanismo destinado a identificar objetivamente virtudes y debilidades de instituciones y programas, fortaleciendo aquéllas y superando éstas, con el fin de mejorar la calidad de la formación médica y de las prestaciones de salud a las personas.
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